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En esta segunda entrada del Blog, vamos a centrar nuestra atención en la desdichada aventura, protagonizada por el navío español San Telmo, y que sin duda alguna supone uno  de los hechos más desconocidos de la Historia de España: la primera llegada del hombre a la Antártida.

Según la tradición el primer hombre en pisar el continente antártico fue el capitán de navío inglés, William Smith. Sin embargo, en este post analizaremos el trágico viaje del San Telmo, el cual se perdió en el cabo de Hornos en 1819, y cuyos restos descubrió Smith, guardando el secreto. Además acabaremos esta entrada ofreciendo una breve visión sobre los datos aportados por las excavaciones arqueológicas de la década de 1990, llevadas a cabo por un equipo de investigadores españoles y chilenos.

EL SAN TELMO

Este navío de línea fue diseñado por D. José Joaquín Romero y Fernández de Landa (1736-1807), ingeniero general y teniente general de la Real Armada Española, y sucesor de Francisco Gautier Oliber.

Retrato de José Joaquín Romero y Fernández de Landa. Museo Naval de Madrid

Retrato de José Joaquín Romero y Fernández de Landa. Fuente: Museo Naval de Madrid

El San Telmo, perteneciente a una serie de seis navíos denominados Ildefonsinos, fue construido sobre una quilla de roble en el Astillero Naval de El Ferrol, siendo botado el 20 de junio de 1788.

El barco tenía una dimensiones de 190 pies de Burgos (52 metros) de eslora, 52 pies (14,5 metros) de manga y 25 pies (7 metros) de puntal. Desplazando 2.933 toneladas y 1.190 quintales, este buque de dos puentes estaba armado con un total de 74 cañones. Propulsado a vela (tres palos y bauprés), podía llegar a alcanzar  los 14 nudos de velocidad.

Habiendo superado favorablemente las pruebas de navío, fue incorporado a la escuadra de D. Félix Tejada. El San Telmo se incorporó a la escuadra del Marqués del Socorro en 1790, y a la de Mazarredo en 1799. En 1805 fue desarmado, aunque esta situación duró poco ya que tres años después fue rearmado, llevando a cabo acciones militares en el Mediterráneo.

Navío San Telmo. Museo Naval de Madrid

Navío San Telmo. Museo Naval de Madrid

LA DIVISIÓN DEL MAR DEL SUR

Corría el año 1819, Fernando VII había recuperado el trono de España, y el país se encontraba en una situación caótica tras acabar la Guerra de Independencia. A toda estas vicisitudes, se une el hecho de que las colonias americanas habían aprovechado la situación para decidir su futuro, por lo que comenzaron a surgir movimientos independentistas.

Para evitar que las provincias de ultramar consiguiesen su autodeterminación, el monarca español decidió enviar una expedición con 1400 hombres que reforzarían las tropas realistas y caudales que surtirían las consumidas arcas virreinales.

Debido a la mala situación de la Armada, la expedición -denominada “La División del Mar del Sur”- estuvo compuesta por 4 navíos: el San Telmo, como nave capitana; el Alejandro I, un buque de 74 cañones comprado en 1817 al zar ruso; la fragata Prueba, armada con 34 cañones; y la fragata mercante Primorosa Mariana, destinada al transporte de las tropas.

El mando de dicha división fue dado al brigadier Rosendo José Antonio Porlier y Asteguieta, con órdenes de llegar al puerto de El Callao, en Perú, y sustituir a D. Antonio Vacaro, capitán de navío y comandante del Apostadero del Callao. Porlier, experimentado marinero que había participado en la Batalla de Trafalgar, fue consciente de que tanto la empresa, como el estado de los buques no era especialmente favorable, se despidió de su compañero Francisco Espeliús con la siguiente expresión: “Adiós Francisquito, probablemente hasta la eternidad…

Rosendo José Antonio Porlier y Asteguieta. Fuente: Escuela Marítima Española

Rosendo José Antonio Porlier y Asteguieta. Fuente: Escuela Marítima Española

El 11 de mayo de 1819, la flota partió del puerto de Cádiz, a excepción del buque Alejandro I, el cual dejó el puerto un día después debido a una avería en el cabestrante mayor. La expedición alcanzó sin más incidentes la línea ecuatorial, pero entonces el navío ruso comenzó a hacer aguas por la mala calidad de su calafateo. Sin posibilidad de achicar todo el agua que entraba, Porlier ordenó al Alejandro volver al puerto gaditano.

Sin contar con su apoyo, el San Telmo y las otras dos fragatas lograron arribar a Río de Janeiro, donde se reabastecieron de provisiones, y continuaron hasta el puerto de Montevideo, lugar en el que esperaron.

En septiembre de ese mismo año, coincidiendo con la primavera austral, Porlier decid que era el momento más indicado para que la flota intentase doblar el Cabo de Hornos. Sin embargo, al llegar al paso de Drake, los vientos obligaron a las naves a separarse, empujándolas hacia el Sur.

El 2 de octubre llegó al puerto del Callao la fragata Prueba, mientras que la Primorosa Mariana lo hizo una semana más tarde. La tripulación de esta última informó de que se había perdido el contacto con el San Telmo el día 2 de septiembre en las coordenadas 62º de latitud sur y 70º grados de longitud oeste. La última visión que habían tenido de este navío fue la del buque avanzando con grandes dificultades, pues tenía averías en el timón, el tajamar y la verga mayor.

Así pues, el San Telmo desaparece con 644 almas a bordo, y desde El Callao se espera su regreso. Finalmente, al no recibir noticias del navío, el día 6 de mayo de 1822 se dio por desaparecido el barco, siendo reflejado en el Boletín Oficial del Reino de esta manera: “En tal día como hoy, son las últimas noticias que se tuvieron por la fragata mercante Mariana del navío San Telmo. Créese que se hundió por efecto de un fuerte temporal en esas siniestras aguas del cabo de Hornos. En el Panteón de Marinos ilustres se conserva la memoria de este luctuoso hecho y del brigadier don Rosendo Porlier, que mandaba el navío. Este naufragio es un tributo más al servicio naval, en las duras circunstancias que se desarrollaba y ha de desarrollarse…”.

UN DESCUBRIMIENTO NEGADO

En febrero de 1819, el capitán de navío inglés William Smith, divisó unas islas muy al sur mientras llevaba a cabo una expedición para buscar zonas de explotación foquera. Al volver a Valparaíso e informar de este hecho, se le insta a regresar a dichas tierras y tomar posesión en nombre del Imperio Británico.

El 16 de octubre -dos semanas después de la pérdida del San Telmo- Smith, a bordo del barco capitaneado por Robert Fildes, toma tierra en las Islas Shetland del Sur. Concretamente, en la Isla Livingston. Este capitán inglés documenta los restos procedentes de un navío español de 74 cañones. A su vuelta a Valparaíso, las autoridades inglesas instaron a Smith a guardar silencio sobre este hecho, de forma que la soberanía de estas tierras recaería en el Reino Unido. Como dato curioso, William Smith se quedó con parte del cepo de madera -correspondiente al ancla hallada entre estos restos- para fabricar su ataúd.

James Weddell, en sus viajes de 1821 y 1822, corroboraría la versión de Smith, dejándolo por escrito: “varios restos de un naufragio fueron hallados en las islas del Oeste, aparentemente pertenecientes al escantillón de un buque de 74 cañones, que es probable que sean los restos de un buque de guerra español de esa categoría perdido desde 1819, cuando hacía el tránsito hacia Lima”.

Como conclusión de todo esto podemos deducir que el San Telmo, a pesar de sus averías, consiguió llegar a tierra, pues estas Islas se encuentran en la misma latitud sur, aunque 160 millas al este, de donde se le vio por última vez. Es razonable pensar que las corrientes marinas y el viento llevasen al buque hasta tierra firme, convirtiéndose su tripulación en los primeros humanos que pisaron el continente antártico, y no William Smith, al que tradicionalmente se le ha atribuido este logro.

Rumbo seguido por el San Telmo. Fuente: Luis Molla

Rumbo seguido por el San Telmo. Fuente: Luis Mollá

LA BÚSQUEDA DE PRUEBAS

Si bien la historia del San Telmo fue olvidada durante casi 180 años, durante la década de 1990 su recuerdo se puso en valor y el catedrático de la Universidad de Zaragoza -Martín Bueno- dirigió un equipo de investigadores españoles y chilenos, a bordo del buque español de investigación oceanográfica Hespérides, para llevar a cabo una serie de prospecciones arqueológicas.

Buque de Investigación Oceanográfica Hespérides (A-33). Fuente: losbarcosdeeugenio.com

Buque Hespérides (A33). Fuente: losbarcosdeeugenio.com

Durante las tres campañas arqueológicas (1993, 1994 y1995) se hallaron multitud de restos de barcos, algunos restos humanos, y varios abrigos fabricados artificialmente en el terreno de la zona prospectada. No obstante, nada de ello apunta directamente al San Telmo o su tripulación, pues podrían corresponder a las diferentes expediciones de barcos que viajaron a estos lares para la caza de focas.

Por otro lado, se descubrieron en tierra algunos vestigios que si podrían pertenecer a la tripulación del San Telmo: Varios restos de hebillas y de un tipo de calzado de cuero, que por su ligereza difícilmente habría sido usado por las tripulaciones balleneras y foqueras. Además también aparecieron restos óseos de cerdo, un animal que la Real Armada solía embarcar para consumir durante el viaje, y que sin embargo no solían llevar dichos barcos foqueros.

Durante estos trabajos arqueológicos también se llevó a cabo una prospección mediante el remolque de un magnetómetro de protones, detectando debajo del agua variaciones magnéticas que bien podrían deberse a un naufragio. Estos datos no han podido ser corroborados, ya que no se ha llevado a cabo una exploración subacuática.

Las investigaciones sobre este hecho no han acabado, aunque lo que si que podemos deducir es que los hombres del San Telmo que llegaron se enfrentaron a un duro final, pues las bajas temperaturas reducen las posibilidades de supervivencia al mínimo.

Como conclusión, esta entrada quiere recordar a estos 644 valientes, cuyas vidas se perdieron en el frío antártico, y cuyo recuerdo ha sido casi olvidado por la Historia. A pesar de que llevaron a cabo una de las mayores hazañas de la Edad Moderna, ser los primeros en pisar el Continente, en lugar de William Smith, solo encontramos homenajes a su recuerdo en el Panteón de los Marinos Ilustres de Cádiz, y con una placa conmemorativa colocada por el equipo de la campaña de 1993 en el lugar en el que teóricamente arribó el San Telmo – el cabo Shirref-.

Placa conmemorativa en el cabo Shirref. Fuente: Luis Molla

Placa conmemorativa en el cabo Shirref. Fuente: Luis Mollá. 

BIBLIOGRAFÍA